Si algo caracterizó al Siglo XX y a este Siglo XXI es la aparición del fenómeno bautizado mundialmente con el nombre de “Globalización”; proceso que inicia con la caída del muro de Berlín, el fin del Socialismo Real, la extensión del mercado global sin fronteras, la firma de tratados de libre comercio, la eliminación de aranceles y la generalización de internet. No fue sino a partir de estos sucesos importantes e históricos que el término “Globalización” ha adquirido una fuerte carga emotiva y visiones encontradas.
Los más beneficiados han sido los países avanzados y en poca medida los países en desarrollo, en donde se registran estados económicamente sólidos con ciudadanías extremadamente pobres.
Hay quienes consideran que la Globalización es un proceso beneficioso y clave para el desarrollo económico futuro en el mundo, y afirman que resulta inevitable e irreversible. Otros la ven con hostilidad; incluso temor, debido a que consideran que genera una mayor desigualdad dentro de cada país, amenaza el empleo, las condiciones de vida y obstaculiza el progreso social.
El número de personas que en el mundo entero viven en la miseria extrema es profundamente preocupante. Sin embargo, resultaría erróneo asegurar sin más que la Globalización ha sido la única causa de este fenómeno o que nada se puede hacer para mejorar la situación. Lo cierto es que ningún país, y menos aún los más pobres, pueden permitir quedarse aislados de la economía mundial y mucho menos encerrarse dentro de sus propias fronteras. Globalización con humanismo parece ser la solución al problema.
Todos los países y los gobiernos deberían tener como prioridad reducir la pobreza. La comunidad internacional debería esforzarse por ayudar a los países más pobres a integrarse a la economía mundial, a acelerar su crecimiento económico y a mejorar sus niveles de bienestar. Esta es la mejor forma de garantizar que los ciudadanos de todos los países se beneficien de la Globalización.
Resulta urgente aplicar políticas orientadas específicamente a combatir la pobreza. En los países que registren un crecimiento satisfactorio y apliquen políticas correctas cabe esperar una reducción sostenida de la pobreza, dado que los datos recientes demuestran que existe por lo menos una correspondencia de uno a uno entre el crecimiento y la reducción de la pobreza. Además, si se aplican políticas orientadas firmemente a combatir la pobreza –por ejemplo, mediante gastos sociales adecuadamente dirigidos, buen control fiscal, optimizando los recursos públicos y eliminando la corrupción–, es mucho más probable que el crecimiento se traduzca en una reducción mucho más rápida de la pobreza.
Hay muchas cosas que las naciones pobres pueden hacer para ayudarse; pero las naciones ricas tienen que jugar un papel indispensable, abriendo sus mercados a los productos que ofrecen los países pobres y dejando de inundar el mercado mundial con sus productos, haciendo imposible la competencia de los agricultores en los países pobres.
Las naciones ricas tampoco pueden esperar que los países en desarrollo escuchen sus llamadas al cuidado del medio ambiente global, mientras no estén listas para alterar sus hábitos irresponsables de producción y consumo.
Todos están de acuerdo en que a los países más pobres se les debe quitar la carga de la deuda, pero los países ricos todavía no han puesto a disposición los recursos suficientes para hacerlo. Las empresas privadas y los gobiernos deben tener en cuenta las necesidades de los pobres al tomar sus decisiones de inversión y poner precios a sus productos, ya que son los principales beneficiarios de la Globalización y les debe interesar que ésta sea sostenible, haciendo que produzca ventajas para todos.
Solamente cuando la gente común y corriente, hombres y mujeres de ciudades y aldeas del mundo, tengan una vida mejor, sabremos que la Globalización dejará de ser exclusiva y permitirá que todos compartan sus oportunidades. Ésta es la clave para eliminar la pobreza en el Mundo.
Los más beneficiados han sido los países avanzados y en poca medida los países en desarrollo, en donde se registran estados económicamente sólidos con ciudadanías extremadamente pobres.
Hay quienes consideran que la Globalización es un proceso beneficioso y clave para el desarrollo económico futuro en el mundo, y afirman que resulta inevitable e irreversible. Otros la ven con hostilidad; incluso temor, debido a que consideran que genera una mayor desigualdad dentro de cada país, amenaza el empleo, las condiciones de vida y obstaculiza el progreso social.
El número de personas que en el mundo entero viven en la miseria extrema es profundamente preocupante. Sin embargo, resultaría erróneo asegurar sin más que la Globalización ha sido la única causa de este fenómeno o que nada se puede hacer para mejorar la situación. Lo cierto es que ningún país, y menos aún los más pobres, pueden permitir quedarse aislados de la economía mundial y mucho menos encerrarse dentro de sus propias fronteras. Globalización con humanismo parece ser la solución al problema.
Todos los países y los gobiernos deberían tener como prioridad reducir la pobreza. La comunidad internacional debería esforzarse por ayudar a los países más pobres a integrarse a la economía mundial, a acelerar su crecimiento económico y a mejorar sus niveles de bienestar. Esta es la mejor forma de garantizar que los ciudadanos de todos los países se beneficien de la Globalización.
Resulta urgente aplicar políticas orientadas específicamente a combatir la pobreza. En los países que registren un crecimiento satisfactorio y apliquen políticas correctas cabe esperar una reducción sostenida de la pobreza, dado que los datos recientes demuestran que existe por lo menos una correspondencia de uno a uno entre el crecimiento y la reducción de la pobreza. Además, si se aplican políticas orientadas firmemente a combatir la pobreza –por ejemplo, mediante gastos sociales adecuadamente dirigidos, buen control fiscal, optimizando los recursos públicos y eliminando la corrupción–, es mucho más probable que el crecimiento se traduzca en una reducción mucho más rápida de la pobreza.
Hay muchas cosas que las naciones pobres pueden hacer para ayudarse; pero las naciones ricas tienen que jugar un papel indispensable, abriendo sus mercados a los productos que ofrecen los países pobres y dejando de inundar el mercado mundial con sus productos, haciendo imposible la competencia de los agricultores en los países pobres.
Las naciones ricas tampoco pueden esperar que los países en desarrollo escuchen sus llamadas al cuidado del medio ambiente global, mientras no estén listas para alterar sus hábitos irresponsables de producción y consumo.
Todos están de acuerdo en que a los países más pobres se les debe quitar la carga de la deuda, pero los países ricos todavía no han puesto a disposición los recursos suficientes para hacerlo. Las empresas privadas y los gobiernos deben tener en cuenta las necesidades de los pobres al tomar sus decisiones de inversión y poner precios a sus productos, ya que son los principales beneficiarios de la Globalización y les debe interesar que ésta sea sostenible, haciendo que produzca ventajas para todos.
Solamente cuando la gente común y corriente, hombres y mujeres de ciudades y aldeas del mundo, tengan una vida mejor, sabremos que la Globalización dejará de ser exclusiva y permitirá que todos compartan sus oportunidades. Ésta es la clave para eliminar la pobreza en el Mundo.
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